lunes, 23 de abril de 2007

"Yo sobreviví a un aborto"

Introducción (Fragmentos)

Cuán controvertido y cargado ideológicamente es el tema del aborto lo demostró una simple fotografía que, a fines de 1999, enfrentó al excéntrico periodista de Internet Matt Drudge con la poderosa cadena Fox, del magnate de los medios Rupert Murdoch.


Drudge, un convencido defensor del derecho a la vida, había decidido abrir la primera secuencia de su programa de noticias en Fox con la espectacular fotografía -hoy mundialmente conocida- que muestra la mano de un bebé de 21 semanas de gestación operado de "spina bifida" en el útero de su madre, que desde el vientre materno toma el dedo del cirujano que lo interviene.

Los directivos de Fox, que habían permitido que Drudge dijera de todo en su programa, incluyendo los detalles más salaces de la relación entre el Presidente Bill Clinton y Mónica Lewinsky, prohibieron tajantemente que el periodista exhibiera la foto. Según los directivos, la fotografía se prestaba a "confusión", porque se trataba de una intervención de un no nacido para curarlo de un caso de "spina bífida", mientras que Drudge pensaba hacer un "uso indebido" al presentarla como un testimonio a favor de la vida y en contra del aborto.

Drudge abandonó el set enfurecido, dejando a Fox sin programa y acusando a los directivos de practicar "pura y simple censura". "Yo expliqué que dejaría en claro de qué cosa se trataba la fotografía, pero que quería usarla como respaldo dramático para demostrar hasta qué punto un feto de 21 semanas está desarrollado". "Si hubiera mostrado la foto de un huevo de águila con el pollo asomando una pata, no me hubieran hecho ninguna crítica". "El problema es que se trata de un ser humano", dijo Drudge.


Y es precisamente ese factor, el factor humano, el que más ha sido dejado de lado en un debate que cada vez más parece convertirse en un conflicto ideológico, cuando no en una simple batalla por ganar posiciones estratégicas.

Y así, todo lo que asocia el tema del aborto con lo humano, se volatiliza ante el uso de eufemismos: lo que en la realidad es un aborto, se llama "interrupción voluntaria del embarazo", lo que en verdad es un niño por nacer se denomina "producto de la concepción", y lo que en el mundo real es una campaña para promover el aborto se llama "campaña de salud reproductiva".
David Shaw, un periodista de Los Angeles Times -un diario que jamás podría ser descrito como pro-vida-, expuso con admirable objetividad la manera como los medios masivos más importantes de Estados Unidos -y esto podría aplicarse a otros países- contribuían esta desaparición del factor humano en la manera de cubrir el tema del aborto.

En una saga periodística de cuatro primeras planas sucesivas, Shaw reveló cómo este manejo del lenguaje no es casualidad: "la semántica es el arma con que desarrollaremos esta guerra civil", dice -citada por Shaw- Ellen Goodman, famosa comentarista periodística partidaria del aborto. Y según Hal Bruno, exdirector político del noticiero ABC News, el terreno ganado por los partidarios del aborto es fruto de "un manejo más inteligente y agresivo de la estrategia de comunicación". Un solo ejemplo: apenas se hizo pública la "enmienda Webster" de la Corte Suprema –permitiendo la limitación del aborto por parte de los estados-, los pro-abortistas convocaron a una "reunión urgente" con 17 editores de revistas femeninas para "coordinar juntas" la "protección del derecho al aborto".


En esta estrategia, explica Shaw, "no es sorprendente que los activistas a favor del aborto vean a los periodistas como sus aliados naturales". Y es que entre el 80 y 90% de los periodistas norteamericanos, según encuestas de dos importantes medios masivos, se confiesen favorables al aborto. "Oponerse al aborto es, para la gran mayoría de periodistas, una posición ilegítima e incivil en nuestra sociedad", afirma Ethan Bronner, reportero de asuntos legales del Boston Globe.

El favoritismo de los periodistas norteamericanos permite a los abortistas contar no sólo con un eficaz instrumento de propaganda, sino también encubrir muchos acontecimientos desfavorables: así prácticamente ningún medio importante de Estados Unidos le prestó importancia al descubrimiento de Bob Woodward, el famoso periodista del Washington Post, de que dos jueces que habían jugado un papel fundamental en la legalización del aborto, habían declarado posteriormente que la Corte Suprema se había excedido en su función al aprobar el aborto. ¿Por qué la desatención a una noticia tan importante? "Hay mucha gente en los medios de información que está de acuerdo con la aprobación del aborto y que no quiere saber ‘cómo se preparó el chorizo’", explica Woodward.

Shaw observaba también cómo en sutilezas de lenguaje, se filtran criterios favorables al aborto. Tradicionalmente, los medios han llamado a las organizaciones o personas por los nombres que éstos escogen para sí: "gays" a los homosexuales, "Mohammed Alí" a Cassius Clay, etc. En el caso del aborto, los que están a favor han pedido ser llamados "pro-choice" –pro libre elección-, los que están en contra han pedido ser llamados "pro-vida". Los abortistas han sido llamados "pro-choice"…pero los pro-vida no son llamados así. Los periodistas afirman que el término "pro-vida" "es demasiado cargado de contenido y deja a los otros como si fueran ‘anti-vida’ o ‘pro muerte’’’; pero Shaw se pregunta si el término "pro-choice" no está igualmente cargado de sentido.

Es precisamente en medio de este escenario donde aparece, como una flor a la vez tierna y poderosa, la importancia, la belleza y la fuerza del testimonio de los sobrevivientes del aborto.

Para sorpresa de muchos, los sobrevivientes del aborto no son pocos. Por supuesto, son una cantidad tan ínfima respecto de los millones de niños abortados por año, que su sola existencia raya con lo milagroso. Sin embargo, son los suficientes como para convertirse en una suerte de pequeño y eficaz pelotón cuya sola existencia es un alegato a favor del derecho a la vida del no nacido.

Pero como si el solo hecho de existir no bastara; sus vidas además, están cargadas de episodios sorprendentes y hasta de aventuras que transmiten un mensaje claro y conmovedor, cargado de respuestas para muchas interrogantes sobre la vida y su sentido.


Una parte de ese pelotón, cuatro mujeres de vida sencilla y a la vez excepcional, pasan por estas páginas para compartir este testimonio lleno de esperanza.
Bienvenidos a las vidas de Gianna Jessen, Sara Smith, Audrey Frank y Bridget Hooker.

Lea extractos de los capítulos:

La Historia de Gianna Jessen http://www.aciprensa.com/aborto/libro-gianna.htm

El Testimonio de Sarah Smith http://www.aciprensa.com/aborto/libro-sarah.htm

Habla la "decana": Audrey Frank http://www.aciprensa.com/aborto/libro-audrey.htm

La Historia de Bridget Hooker http://www.aciprensa.com/aborto/libro-bridget.htm

Fuente ACI PRENSA

Testimonio de Mujeres Violadas

CASO 3: SRA. JACKIE BAKKER

"Cuando tenía 19 años fui violada a punto de pistola, me sentí sucia, usada y robada de toda mi dignidad. Menos del uno por ciento de las mujeres que son violadas salen embarazadas, pero yo fui una de ellas. Primero me negaba a creerlo, pero mi cuerpo comenzó a sufrir cambios, y me di cuenta de que ya no podía ocultarlo por más tiempo: estaba embarazada. Pensé que tenía que haber un modo fácil para salir de eso.


Recién me habían entrevistado para una posición en un trabajo, pero más que el riesgo de perder el trabajo, me preocupaba el tener que dar a luz al hijo del hombre que me había violado. Cuando mi hermana me sugirió el aborto me sonó como la solución perfecta. El aborto todavía era ilegal, pero mi hermana hizo los arreglos. Conocí a un hombre que me llevó a la oficina de un médico, pero éste me dijo que no me podía hacer el aborto porque tenía una infección tan fuerte en la garganta, que si me llegaba al útero podía morirme. Por lo tanto, me envió a mi casa y tuve que vivir con el hecho de que estaba embarazada y seguir adelante.

Más tarde me encontré un médico que me ayudó a ver que la vida es valiosa. Comencé a sentir amor y aceptación por mi bebé, especialmente después que lo sentí moverse. Me alegré por la nueva vida que llevaba dentro de mí y casi me olvidé de cómo había comenzado.


Cuando finalmente se lo dije a mis padres, mi papá se horrorizó de que estuviera embarazada, especialmente de un violador. Otro médico nos puso en contacto con la Paternidad Planificada (Institución Internacional Anti-Vida), donde me dijeron que el aborto era ´la única solución´ y no me ofrecieron alternativas. Les creí cuando me dijeron que mi pesadilla pronto acabaría y que podría continuar con mi vida después del aborto ´como si nada hubiera sucedido´- Mis padres me hicieron testificar ante el Fiscal sobre la violación para que pudiera tener un aborto legal, pero cuando éste fue aprobado ya yo tenía 22 semanas de embarazo y quería conservar a mi bebé. Sin embargo, sentí una terrible presión de todos, especialmente de mis padres, y al fin cedí. Me inyectaron una solución salina y 18 horas más tarde ... dí a luz a una pequeña bebita que estaba totalmente formada y era perfecta ... esperaba que comenzara a llorar y que estuviera viva.

Sentí un vacío que nadie puede llenar al descubrir que los efectos del aborto continuaron, mucho tiempo después que los recuerdos de la violación. Por los próximos tres años experimenté horribles depresiones y pesadillas. Por el contrario de todo lo que me habían dicho, era mucho más difícil lidiar con el aborto que con la violación. La violación fue un crimen terrible contra mí, una víctima inocente, el aborto fue la matanza de mi hijo inocente, y yo participé voluntariamente. Traté de convencerme a mí misma de que tenía una buena razón para abortar, después de todo había sido violada, pero el dolor no me dejaba pensar sobre ésto".




CASO 4: SRA. JULIE MAKIMAA

"Mi nombre es Julie Makimaa y si el aborto hubiera sido legal en 1964 yo no estaría aquí hablando. Fui adoptada cuando era una bebita en California y criada allí hasta 1979, año en que mis padres se mudaron al norte de Michigan. Poco tiempo después me casé y comencé a buscar los papeles de adopción para encontrar la identidad de mi madre biológica. Tres años y medio más tarde nos reunimos y desde entonces tenemos una relación muy especial. Mi esposo y yo éramos pro-vida antes de que yo conociera a mi madre, pero por primera vez pensamos acerca de los embarazos por incesto o violación y si el aborto se debía permitir en estos casos. ¿Pero cómo podría yo apoyar el aborto? Verdaderamente estaría negando mi propia vida, mi propia existencia. Opino que todo niño tiene un propósito especial en la vida y el derecho a vivir, ¿qué importa cómo comenzó nuestra vida?


Verdaderamente hay dos víctimas. Como sociedad hemos tratado a estas mujeres y a sus hijos como si fueran los criminales, ¡y esto tiene que terminar! Opino que debemos ofrecerle nuestra compasión y ayuda a las mujeres y a sus hijos, y nunca debemos siquiera pensar en el aborto como una ayuda ... muchas mujeres que han abortado un embarazo producto de una violación, se han encontrado con que los efectos posteriores del aborto, los cuales son mucho más devastadores que los del ataque sexual".


CASO 5: SRA. MARY JEAN "DOE" (ANÓNIMA)

"Yo fui víctima del abuso sexual infantil. Antes de cumplir los 13 años fui sexualmente abusada por mi hermano mayor y por un amigo de la familia que era universitario. A los tres o cuatro meses de haber comenzado el abuso me faltó la regla ... acudí a mi maestra para que me ayudara y cuando le dije que quizás estaba embarazada (a los 12 años), ni siquiera pestañeó. Me dio un abrazo y me dijo que fuera a la clínica de Paternidad Planificada y que uno de mis hermanos mayores me llevara y no se los dijera a mis padres. Nunca me preguntó quien era el padre ni por qué yo estaba sexualmente activa a esa edad. Por lo tanto, mi hermano mayor me llevó a la Paternidad Planificada ... allí nadie me preguntó quién era mi compañero sexual, nadie expresó preocupación ni asombro, ni siquiera se interesaron en el motivo por el cual una niña de 12 años podría necesitar una prueba de embarazo. Sólo me dijeron mucho sobre cómo actuar con ´responsabilidad´ y ´tomar el control de mi cuerpo´ .

Alguien me dio un montón de preservativos a la salida e hizo una broma sobre los colores; rojo, azul, amarillo. Mi hermano mantuvo silencio todo el tiempo, nadie le hizo una sola pregunta. Dos días más tarde me llamaron por teléfono para decirme que la prueba era positiva y que debía volver el próximo sábado en la mañana. La persona que llamó nunca utilizó la palabra ´embarazada´ o ´aborto´. No acudí a esa cita, y la regla me bajó aquella noche.

Recuerdo el horror que sentí cuando me di cuenta de que me habían hecho una cita para abortar. Recuerdo también que pensé sobre quien hubiera pagado la cuenta y por qué ello pensaban que yo era una persona tan horrible que debía hacerme un aborto ... Le doy gracias a Dios porque la regla me bajó.

La actitud que tiene Paternidad Planificada hacia el sexo es un grave factor, que impide que se descubra el abuso sexual de las jóvenes. Si alguien me hubiera mostrado la más mínima preocupación yo le hubiera dicho la verdad y le hubiera pedido ayuda. Todos a mi alrededor aceptaban como normal el que una niña de 12 años pudiera y debiera estar sexualmente activa (mientras fuera "responsable" y usara preservativo). El aborto a petición hace más fácil el que continúe el incesto y el abuso sexual de los niños. El aborto para las víctimas de incesto parece compasivo, pero en la práctica es simplemente otra arma violenta y otro engaño en las manos del que comete el abuso sexual".

Fuente ACI PRENSA

Testimonio de Mujeres Violadas

CASO 1: SRA. KAY ZIBOLSKY

"Fui violada a punta de un cuchillo a menos de una cuadra de mi casa, cuando tenía sólo 16 años. Mi asaltante desconocido se perdió en la noche, dejándome herida después de haberme amenazado para que no le dijera nada a nadie. Por 27 años no lo dije nunca, excepto a mi esposo muchos años después. Concebí y dí a luz a una niña después de la violación, ella era preciosa, y es lo único bueno que resultó de ésta.
Cuando Robin tenía 18 meses la dí en adopción, pero Dios tenía un plan especial y nos conocimos cuando ella tenía 27 años, después que mi propio proceso de sanación me había preparado. Sus primeras palabras para mí fueron: ´caramba me alegro mucho de que no te hayas hecho el aborto´. Robin resultó ser una parte importante del proceso de sanación, y le doy gracias a Dios hoy en día porque no hice nada en mi juventud por lo cual hubiera tenido que sufrir el resto de mi vida, a que no le hubiera dado la oportunidad a mi hija de decirme aquellas conmovedoras palabras. El mal llamado aborto ´legal y seguro´ la hubiera silenciado para siempre.
Hoy en día Robin tiene 33 años y está muy contenta de estar viva, y yo estoy trabajando para ayudar a otras víctimas, llevándoles la verdad y el poder de sanación que sólo Jesús da. Dios conoció a Robin cuando era formada en mi vientre y conoce a todos los demás que han sido concebidos a través de la violencia de la violación o el incesto. Aún en estas circunstancias son todos preciosos para Él, y tienen un sentido tan importante como el suyo y el mío, si sólo se les da la oportunidad de probarlo.

El aborto es una segunda violación, pero más traumática aún porque es un pecado, y la violación no lo es (para la víctima), y tarde o temprano tenemos que dar cuenta de nuestros pecados".



CASO 2: SRA. HOLLY M. DUTTON

"En realidad con todo lo mala que es la violación, perder al bebé es mucho peor ... no importa cómo haya sido concebido el niño, escoger la vida es la única manera de salvaguardar la auto-estima de l madre, así como la dignidad del niño prenacido.

Mi aborto provocado a los 17 años no se debió directamente a la violación que sufrí a los 12, pero fue la explosión de una bomba emocional de tiempo que había sido activiada 5 años antes. Yo fui arrebatada de mi propia cama y violada a dos cuadras de mi casa por un extraño. Después de dos horas terribles él me dejó en mi hogar y retorné a mi cama. Al otro día yo estaba tan callada y retraída que al contarle a mis padres lo que había sucedido no me creyeron. Tenía miedo de someterme a un examen médico, por lo que la violación no fue reportada y el violador nunca fue encausado. Puesto que no había podido convencer a mis propios padres de que estaba diciendo la verdad, pensé que nadie me creería tampoco y no lo mencioné ni siquiera al sacerdote de mi iglesia.

Debido a que sentía el deseo de vengarme de mis padres por no creerme, y mis ataques epilépticos me impedían tomar drogas, pensé que la única manera de hacerlo era salir embarazada. En febrero de 1973 a los 17 años al fin lo logré, pero casi inmediatamente me recomendaron un aborto, el cual me hice cuando tenía dos meses de embarazo. Lo que siguió fue una pesadilla: el Síndrome Post Aborto durante 17 años.

Me obsesionaba la culpa, el dolor era abrumador, y aunque los médicos habían justificado el aborto por mis ataques de epilepsia todavía me sentía culpable de haber matado a mi bebé porque mi inmoralidad había traído esta tragedia. Pensé muchas veces en suicidarme, pero temía a la muerte por miedo al castigo divino. Con la ayuda de otras personas, pude encontrar el amor y perdón de Jesús ... el Señor lentamente fue liberándome de más de 20 años de tensión debida a la violación y al aborto".

Fuente ACI PRENSA

Conmovedora historia de médico abortista convertido en Brasil


RIO DE JANEIRO, 2 Feb. 01 (ACI).- En un testimonio a la emisora radial Rainha da Paz, un médico brasileño que efectuó durante años el aborto relató su dolorosa e intensa experiencia de conversión, iniciada luego de la muerte de su hija.


El médico comentó que es el único hijo hombre de una familia humilde del interior de Minas, y que "con sacrificio y unión" fue el único que tuvo la oportunidad de estudiar, "pues mis hermanas no terminaron la enseñanza secundaria".


"Mi madre era una simple costurera que trabajaba hasta las madrugadas para ayudar a mi padre. Mi padre era una guardia nocturno. Por eso se pueden imaginar el sacrificio que hicieron para tener un hijo médico. Luego escogí la ginecología y la obstetricia", afirmó.


"Entre las mayores dificultades enfrentadas como médico recién formado, choqué con la realidad de lo que es mi profesión. En un largo tiempo los médicos se vuelven ricos, y yo quería más, quería enriquecerme y tener más dinero. Fue así como violé el juramento que hice cuando me formaba para dar la vida, para salvar la vida. Ayudé a muchos niños a venir al mundo, pero también a muchos de ellos no les permití nacer y me enriquecí escondido tras la máscara de la vitalidad", agregó el médico.


Sobre su vida abortista, el experto explicó que "puse un consultorio que en poco tiempo se convirtió en el más visitado de la región. Y saben ¿qué es lo que hacía?: abortos. Y como todos los que cometen el crimen, me decía a mi mismo que todas las mujeres tienen el derecho de escoger y que era mejor que sean ayudadas por un médico para no correr los riesgos de ir a una clínica clandestina donde los índices de muertes son alarmantes".


"Y fue así, en un ciego e inhumano oficio de medicina, que construí una familia con muchos bienes, muy rica y que nada le faltaba. Mis padres murieron con la ilusión de que su hijo era un doctor bien logrado, exitoso. Crié a mis hijas con el dinero manchado con la sangre de inocentes y fui el más despreciable de los humanos. Mis manos, que debieron ser bendecidas para la vida, trabajaron para la muerte", agregó.


Entrando al tema de su conversión, el médico explicó emocionado que "sólo paré cuando Dios en su sabiduría infinita, rasgó mi conciencia e hizo sangrar a mi corazón con la misma sangre de todos los inocentes que no dejé nacer. Mi hija menor, Leticia, dejó de respirar por una infección generalizada luego de haberse sometido a un aborto. Ella, de 23 años de edad, salió embarazada y buscó el mismo camino de tantas otras que me fueron a buscar: el camino del aborto. Y sólo supe de esto cuando ya nada se podía hacer".


"Al lado del lecho de muerte de mi hija, vi las lágrimas de todos esos angelitos que yo maté. Mientras ella esperaba la muerte, yo agonizaba junto a ella. Fueron seis días de sufrimiento para que en el sétimo día ella partiese hacia el encuentro con su hijo, al cual un médico asesino le impidió nacer", comentó.


"Cansado por las noches que pasé al lado de mi hija, yo soñé que andaba por un lugar absolutamente oscuro y muy húmedo, en el que quería respirar pero no podía, yo quería salir desesperadamente pero fui envuelto por un lugar en donde el estruendo me dejaba atónito. Eran los llantos dolidos de los niños que en mi pensamiento, como si un rayo me cortase por la mitad, veía en mi entendimiento: los llantos eran de dolor, eran los lamentos de los angelitos que yo no dejé nacer. Era la triste consecuencia de mis actos sin pensar, esos llantos que gritaban ¡asesino!, ¡asesino!", afirmó el médico.


"Asustado para salir de aquel lugar, pasé mi mano por mi rostro para secar mi sudor y mis manos se mancharon de sangre! Aterrorizado grité con toda la fuerza que me quedaba un pedido de perdón: ¡Dios me perdone! Sólo así logré respirar nuevamente y me acordé de que era tiempo de acoger y valorar el último respiro de mi hija, que murió por las consecuencias de la infección que le produzco el aborto. Yo sé eso a través de mi sueño", agregó.


El experto comentó que "Dios me hizo entender que a partir del momento de la fecundación del óvulo existe vida, por lo que entendí que soy un asesino. No sé si algún día Dios me va a perdonar, pero para restar mi culpa y mi dolor, vendí mi consultorio y todos los bienes que conseguí con la práctica del aborto y con ese dinero, construí una casa de amparo para madres solteras y me dedico hoy a atender y practicar ¡una medicina de verdad!".


"Hoy soy médico de los pobres, de los desamparados y desvalidos, y los niños que vienen al mundo a través de mis manos son hijos que adopto pues sé que tengo una sola misión: traer la vida al mundo y dar condiciones para que los niños tengan un lugar feliz donde el padre es Jesús. Recen por mí, recen para que Dios tenga piedad de mí y me perdone, porque tengo la seguridad de que participaré del juicio final", concluyó.



Una carta al hermano que no nació


Esta carta, basada en una experiencia de la vida real, fue escrita por una dirigente del movimiento pro vida, quien por razones obvias desea permanecer en el anonimato.


Mi querido hermano: Hoy, mientras me miraba alegremente en los ojos de mi pequeño hijito, me pregunté cómo es posible que alguien pueda hacerle daño a una inocente criatura como ésta que no puede defenderse, y lloré por todos aquellos bebitos que fueron abortados, y no tuvieron la suerte que tuvo mi hijo de poder nacer y ser acunado en los brazos de una madre que lo esperó con amor e ilusión.


Aunque no tuve la inmensa dicha de conocerte en esta tierra, te quiero mucho mi hermano, pues a través de los ojos del alma te he vislumbrado. Sé que de haber podido nacer, tendrías el pelo negro de nuestro padre y los ojos vivos y alegres de nuestra madre; quizás hasta te parecerías en algo a mí. En esta carta, la cual con el favor de Dios espero que los ángeles te hagan llegar, quiero pedirte que perdones a nuestra madre por no haberte permitido nacer.


Verás; ella no sabía lo que hacía cuando fue a aquella mal llamada "clínica", donde un médico sin escrúpulos; que sí sabía que abortar es matar; destrozó con la cureta tu pequeño cuerpecito que apenas comenzaba a formarse, y con él destruyó también el plan de Dios para ti. Nuestra madre, pobrecita, no supo lo que había hecho hasta pasados muchos años. Un triste día ambas contemplamos horrorizadas la realidad del aborto homicida reflejada en unas fotos, verdaderas pruebas de que el aborto es un crimen.


¡Qué dolor tan grande sentimos, querido hermano, al ver aquellas fotos por vez primera y comprobar cómo debió de haber quedado tu pequeño cuerpecito después del aborto que te privó de la vida; y el cual, aunque han pasado ya años, nuestra querida madre no ha podido olvidar! Hermanito, ella todavía sueña contigo, acerca de cómo serías, y yo a veces, cuando nos reunimos los demás hermanos en la mesa familiar con nuestros padres, siento en mi corazón tu ausencia que hace que el grupo esté incompleto y me pregunto cómo sería tenerte aquí con nosotros.


Allá en el cielo, donde sé que gracias a la misericordia de Dios te encuentras, ruego a Él que te lleguen mis pensamientos, y te pido perdón en nombre de nuestra madre, a quien el inmenso dolor del arrepentimiento y la carga que ha llevado en su conciencia por tu muerte; no la han dejado expresar en palabras lo que de veras siente. Ruega a Dios por ella, pues aunque sabe que Él la ha perdonado porque no sabía lo que hacía, todavía te recuerda y piensa en lo mucho que te hubiera querido, si tú hubieras nacido. Pídele a Él por otras mujeres, para que no caigan en el mismo error que cayó mamá, por falta de conocimientos.


Yo por mi parte te prometo, que aunque no pude salvarte a ti del aborto, otros niños sí se salvarán por mis esfuerzos, pues trabajaré para llevarles a sus mamás el mensaje que la nuestra no recibió. Te quiere y te recuerda siempre tu hermana que espera, con el favor de Dios, encontrarse contigo algún día en la eternidad...


FUENTE: Anónimo, "Carta al hermano que no conozco," Escoge la Vida (enero/febrero de 1991), suplemento "Caminos de Esperanza". Escoge la Vida es el boletín de Vida Humana Internacional.

Testimonios: Mujeres que abortaron se arrepienten




A continuación aparecen extractos de las más de 1000 mujeres que han ofrecido sus declaraciones juradas como parte de la apelación a la Regla 60 (Rule 60). Una copia del documento completo está disponible en la corte federal de Dallas.(Las ciudades y las fechas corresponden al tiempo del aborto, no a las residencias actuales).



“Si imagino lo que el infierno es, tiene que ser tal como mi vida era antes de encontrar asistencia y curación. Me volví alcohólica, perdí mi deseo de vivir, odiaba a la vida en general”. Lisa. Eugene, Or., Junio 1976 y 1980.
“Me ha afectado emocionalmente. Era incapaz de establecer vínculos con las personas. He sufrido de depresión. Fue la causa de años de comportamiento auto-destructivo”. Paula. Cleveland, Ohio, Julio 1978.
“Incapacidad de formar relaciones profundas, sentimiento de culpa y ataques de ansiedad. Por mucho tiempo fui incapaz de sostener o estar cerca de bebés”. Shirley. Los Ángeles, Calif., 1982; y Noruega, 1970.
“He sufrido trastornos médicos que atribuyo a haber abortado, incluyendo embarazos prematuros, paps y menstruaciones anormales”. Susan. Fort Worth, Texas. Marzo, 1977.
“Tuve una hija sustituta en 1979, que recientemente también abortó (06/15/01), también afectó mi amor propio y eventualmente me volví promiscua”. Kathleen. Port Chester, NY, 12 de mayo de 1975; y Mamaroneck, NY, 3 de diciembre de 1975.
“Emocionalmente me siento rechazada por todos. Me siento sola”. Grace. Jacksonville, NC, 1976.
“Años de cambios repentinos de ánimo, desórdenes alimenticios, promiscuidad, baja autoestima y problemas en la relación con mis otros hijos”. Reatha. Baltimore, MD., noviembre 1979.
“Pasé muchos años saltando de una relación a otra y me volví más sexualmente activa. Alejada de la familia, problemas en el colegio y antiguos amigos se ditanciaron”. Aureen. Bridgeport, PA, enero de 1978. Filadelfia, PA, marzo 1979.
“Diario arrepentimiento y pesar por la muerte de mis hijos causada por mis propios actos”. Beverly. Atlanta, GA, 1974 y 1977.
“Depresión severa, especialmente en enero, sabiendo que mi hijo cumpliría un año más de vida”. Wendy. Howell, NJ, 1985.
“Sufro de trastornos de pánico y de una baja autoestima que degeneró en promiscuidad. Tomaba mucho e inhalaba cocaína. Contraje el HPV, que daño mi cuello uterino – me sometí a una operación para remover células pre-cancerosas. Tengo problemas en mi colon y estoy en riesgo de tener cáncer de mama (noticias – páginas web)”. Christina Grace. Newark, Del, 1986; y Dover, Neb., 1988.
“Diez años después del aborto estuve cerca de un colapso nervioso. He sufrido emocionalmente por veinticinco años”. D.E., Atlanta, GA. Agosto 1975.
“Por algún tiempo me sentí vacía por dentro. También caí en un espiral de comer compulsivamente que me ha dejado en una situación de obesidad extrema”. A.D.C.H., San Antonio, Texas. 22 de febrero de 1984.
“De estar en la lista de las mejores alumnas del Decano de la universidad, pasé a estar desaprobada, a dejar asuntos incompletos y retirarme varias veces. Intenté suicidarme. Estaba deprimida. El sentimiento de culpa era aplastante”. H.A.K. Knoxville, Tenn. 12 de mayo de 1984.
“He estado propensa al suicidio, deprimida, he tenido ansiedad extrema, pesadillas, sufrido de pena y dolor y conducta autodestructiva”. Candice. San Diego County, California. Marzo de 1996.
“Culpa – falta de habilidad para lidiar adecuadamente con el amor verdadero y el sexo en el matrimonio”. L.D.M. England, Setiembre de 1970.
“Depresión,pesadillas, divorcio”. Darla. Memphis, Tenn. Abril de 1986.
“Mi aborto se llevó mi sentido de autovaloración y seguridad personal. Me ha hecho dudar de mi capacidad de tomar decisiones correctas”. A.C.N. New Orleans, La., 1981.
“Es mi mayor arrepentimiento. Me ha causado depresión y me ha hecho pensar en el suicidio. También me ha dado complicaciones para quedar embarazada y cargar un niño”. Kathryn. Kansas City, Mo., 1981, 1982 y 1983.
“Ha dejado un vacío y un dolor que no me dejan nunca”. Dianne. New Jersey. 15 de enero de 1979. “Siempre estoy pensando en mi niño no-nacido”. Niria. Houston, Texas, 1995 y 1999.
“He estado en terapias por ataques de ira. También fui tratada por un desorden alimenticio que también me ha afectado físicamente”. Rexene. Montgomery, Ala. 1991.
“Dolor emocional y tormento durante años hasta que Dios me perdonó y me curó. Me ha afectado en lo físico. Ya no puedo tener hijos”. Dorothy. San Antonio, Texas, febrero de 1975.
“Si el aborto hubiese sido ilegal, nunca hubiera tenido que pasar por todo este dolor y culpa. Yo debería haberme graduado en lugar de abandonar los estudios. El dolor y la culpa del aborto causaron mi intento de suicidio...tal ves la única razón por la que sobreviví fue para que pudiera contar mi horrenda historia y poder hacer una diferencia”. H.A.K. Knoxville, Tenn. 12 de mayo de 1984.
“El aborto mata. No sólo al niño, también al espíritu humano. El padre y la madre también son víctimas. Intenté quitarme mi propia vida por la culpa y el remordimiento. Sentía que era una tumba que caminaba”. Sheila Lynn. Tallase, Fla. 7 de junio de 1985.
“Escuchen las voces de quienes han experimentado las consecuencias físicas y emocionales. Un gran segmento de la sociedad –hombres y mujeres—están sufriendo porque hicieron lo que estaba mal aún cuando era legal”. Shirley. Los Ángeles, Calif, 1982; y Noruega, 1970.


Fuente: aci prensa

Beverly McMillan: Confesiones de una ginecóloga


>> A veces ser católico y tratar de estar a la altura de las enseñanzas morales de la Iglesia puede resultar un poco opresivo. Así es como me sentí cuando, en 1990, regresé a la Iglesia Católica. Había sido una larga ausencia para mi.


Beverly McMillan, M.D., Jackson. Mississippi.


Aunque había crecido en una familia católica tradicional de los años cincuenta (seis niños, escuela parroquial, misa todos los domingos), yo había dejado la Iglesia a los 19 años siendo estudiante de pre-medicina, pensando que Dios era irrelevante a la ciencia que estaba empezando a estudiar y a la generación de "ahora" de la que yo formaba parte. Por unos cuantos años parecía que todo me iba muy bien sin Él.


Me gradué de la Facultad de Medicina en la Universidad de Tennesee en 1966, hice el internado en Menphis, y salí a la Clínica Mayo para especializarme en obstetricia y ginecología. No sólo me sentía útil, sino que me consideraba una persona buena y dedicada. ¿Quién necesitaba a Dios o a esa arcaica Iglesia Católica?


En 1969, como residente de segundo año, fui enviada para seis meses de prácticas al Hospital de Cook County en Chicago. Por seis semanas fui asignada al ala llamada el ala de "Obstetricia Infecta". Con sorpresa, me encontré con que las 15 a 25 mujeres admitidas cada noche eran clientes recientes de las factorías de abortos clandestinas de Chicago.


Llegaban a nuestra sala de emergencia sangrando, con fiebre alta, y, bajo examen físico, presentaban úteros ensanchados y temblorosos. Cada mañana el médico interno y yo teníamos que llevar a cabo otro procedimiento de dilatación y curetage (DAC) en ellas (dilatando el cérvix y el útero y luego haciendo vacío) para remover todo el tejido infectado que el "abortista" había dejado en el interior del útero, para que ellas pudieran recuperarse y regresar a casa.


Al final de la rotación de seis semanas, yo estaba indignada. Viendo aquello desde el punto de vista de una agnóstica, concluí que la legalización del aborto era la respuesta. Yo quería que la profesión médica empezara a ofrecer "procedimientos" seguros a las mujeres que los necesitaran. De este modo cuando en 1973 la decisión Roe vs Wade del Tribunal Supremo legalizando el aborto en todos los Estados Unidos fue anunciada, me sentí feliz. La celebré saliendo a la calle y comprando una máquina de succión y empecé a ofrecerme para la realización de abortos de primer trimestre en mi propio dispensario.


Me trasladé a Jackson en 1975, sin pensar que Dios estaba poniendo en marcha aconteceres que no sólo iban a sacarme del negocio del aborto sino que iban a tomar mi rebelde corazón "feminista" de vuelta a Él y a las maravillosas y no cambiantes verdades acerca de la vida y el amor preservadas en las enseñanzas católicas. Mi primer año en Jackson no reflejaba esa Providencia en ningún signo externo. Estaba casada, tenía tres niños pequeños, operaba en solitario en un establecimiento médico de obstetricia y ginecología, y estaba tratando de ajustarme a mi nuevo ambiente, lejos de mi familia y mis amigos.


Ese mismo año se me acercó un grupo de "ciudadanos comprometidos" y clérigos (presumiblemente protestantes) para que les ayudara a poner en marcha la primera clínica abortista libre del estado. Acepté, y en el otoño de 1975 me convertí en directora de "Servicios de Salud para la Familia", clínica abortista que ofrecía realizar abortos por succión de primer trimestre del embarazo.


En enero de 1976 me encontraba extrañamente deprimida con mi "éxito" en la vida. Mi matrimonio parecía estable, a pesar de un procedimiento de esterilización al que me había sometido contra el deseo de mi marido. Mis hijos, de edades 5, 3, y 1, eran saludables y ruidosos. Mi práctica privada y la clínica abortista iban bien. Sin embargo, a pesar de todo ello, me encontré a mi misma debatiéndome entre pensamientos de suicidio.


En busca de una solución fui a la librería local donde finalmente me decidí por un libro sobre "El poder del pensamiento positivo", por el Dr Norman Vincent Pale,…, y me agradó la lista de diez cosas para hacer al final del primer capítulo… Con cierta excitación seguí la lista de cosas a hacer, una por una hasta que llegué a la número 7, que me pedía recitar 10 veces al día la frase "Yo lo puedo todo en Cristo que me conforta" (Filipenses 4;13). Disgustada de haber tropezado con aquella "basura" religiosa, dejé el libro, y no leí más. Pero quince años después: Catolicismo Quince años después y tras haber entrado en contacto con "Jackson Right to Life", la autora de este relato personal, fue recibida de nuevo en la fe de sus padres. Y su relato continúa:


Con la alegría y excitación de haber vuelto a los Sacramentos no había prestado atención a mi vida profesional. La primera semana que estuve de vuelta en mi despacho después de volver a casa empecé a ver a mis pacientes casados para los exámenes anuales y recetas de píldora y me di cuenta de que tenía una conversión final que hacer. Si yo iba a disfrutar de los beneficios del Catolicismo, también tenía que soportar las cargas. Volví a leer la "Humanae Vitae", con su llamada a los laicos católicos y a la gente de ciencia a promover la verdad moral de que hay un lazo inseparable, puesto por el Creador, entre los aspectos unitivo y procreativo del acto matrimonial.


Esto llevaba consigo por mi parte el no participar de forma alguna en la prescripción de anticonceptivos o esterilizantes, y sí promover la Planificación Natural de la Familia (PNF). Afortunadamente recibí extraordinario apoyo del Centro de Planificación Natural del Hospital de Oales River, y de mis colegas médicos de mi propio despacho. No vino mal para ello que yo fuera el miembro más veterano del grupo.


¿Cómo resulta esto en una cultura predominantemente protestante? . Muy bien. Después de treinta años de acceso ilimitado a los anticonceptivos y a la tecnología abortista, hombres y mujeres se están dando cuenta de las promesas vacías del "sexo libre" y están empezando a esperar que ellos sean capaces de tener relaciones más plenas de sentido, incluso dentro del matrimonio.


Puedo prometer honradamente a mis pacientes un matrimonio mejor si practican la PNF. Ello les ofrece eficacia, seguridad, y economía, y un notablemente bajo índice de divorcios. Los métodos modernos de PNF, que no deben confundirse con los de los viejos ritmos usando el calendario, tienen un índice de embarazos imprevistos inferior al de la píldora anticonceptiva. En 1994 el "British Medical Journal" informó de un índice de embarazo imprevisto de 30 por 1000 mujeres para la píldora, y sólo 4 por 1000 mujeres para el método de PNF-Billings. A diferencia de los anticonceptivos orales, la PNF no produce coágulos de sangre, ni hipertensión, ni dolores de cabeza (migrañas), ni tumores de hígado, y es virtualmente gratis.


Además el hecho de requerir el mutuo acuerdo de ambos, marido y mujer, promueve la virtud de la castidad marital, que es la fuerza de voluntad y el carácter requerido para poner nuestra capacidad sexual al servicio del amor genuino. Es cierto, la PNF requiere abstinencia periódica si se quieren espaciar los niños, pero todos sabemos que la abstinencia es una realidad en cualquier matrimonio. Las dificultades vendrán, pero también vendrá la gracia, la paz y la entereza que experimento como PNF (y sólo como PNF) ginecóloga y obstetra, que es mi agradecido regalo personal.


Tomado de www.unav.es/capellaniauniversitaria

Segunda parte.Una madre que abortó: Varias chicas han cambiado de idea al oír mi testimonio


>> Esperanza Puente, una de las protagonistas del libro ‘Yo aborté’, asegura que no tuvo libertad para decidir, y apuesta por “romper la ley del silencio”.


Continua de la Primera parte:


-¿Cuántos años tiene ahora su hijo?


-18. Lo he pasado muy mal en muchos momentos, pero llevo 19 años con él, desde el embarazo hasta ahora, y puedo decir que estoy muy contenta, lo cual me ayuda a superar, aunque sea lentamente, la terrible experiencia posterior: la del aborto. Y aquí también mi fe mueve montañas. Uno de los grandes problemas con que se encuentra la mujer que aborta es que no se perdona a sí misma.


No es un acto cualquiera porque, si las mujeres nos deshumanizamos, ¿por qué nos va a extrañar la violencia, por ejemplo, de nuestros hijos? Quiero decir, con esto, que el aborto es un acto violento que cometemos las mujeres desde nuestro propio cuerpo. Y eso te acaba deshumanizando también porque te lo ponen muy fácil. Por eso la juventud, que recibe constantemente mensajes en los que se sustituye la palabra aborto por anticoncepción, todavía lo ve más normal.


-¿La soledad es la gran culpable de lo que le pasó a usted?


-Sin duda. Yo estuve siempre sola, ya desde que pasé por la experiencia anterior de tener un hijo con 18 años. Luego, cuando aborté, el padre había desaparecido. Me faltaba afecto, y eso es decisivo porque anula cualquier posible alternativa que yo habría podido valorar frente a la posibilidad de deshacerse de un hijo concebido aunque no nacido.


-¿Cómo valora usted la edición de este libro Yo aborté?


-Es una buena muestra de lo que han vivido muchas mujeres y sus familias. Los testimonios son más o menos cortos. El libro, con una letra grande y asequible, es ameno y tiene el atractivo de la variedad de los casos. Entre las personas que comentan sus experiencias, también hay hombres que han pasado por el síndrome post-aborto. Esto ciertamente sucede porque muchos hombres también se han implicado en el aborto, bien porque han obligado a la novia o bien porque se ha enterado después. Y aquí se destapa otro de los problemas de la legislación actual: que se deja todo en manos de la mujer. No interesa extender esa responsabilidad al hombre y, además, nadie quiere reivindicarlo.


También es verdad que, en la mayoría de los casos, el padre de una criatura concebida desaparece cuando la mujer decide seguir adelante con su embarazo. Los testimonios masculinos del libro, en cualquier caso, cuentan lo que ha supuesto para ellos el haber acompañado a su novia o su mujer a abortar e incluso el no haberse enterado a tiempo. También escriben prestigiosos psiquiatras, como Aquilino Polaino, y otros profesionales. Recomiendo leer los testimonios por separado.


-¿Se siente ahora más comprometida que nunca con la defensa de la vida?


-Sí, sobre todo porque, en marzo, estuve en la sede de la ONU, en Nueva York. Expliqué mi caso en lo que ha sido el primer testimonio de este tipo expuesto públicamente ante el organismo internacional. La experiencia de hablar ante gente de todo el mundo me ha ayudado a estar más convencida de que los argumentos de los defensores del aborto no tienen ninguna base. Se trata de dar la cara de una vez y reconocer que el problema del aborto no afecta sólo a las mujeres, sino a toda la sociedad. Si la solución es hacer que la mujer sufra más, estamos provocando un mal a la sociedad. Esto no es bien común y, por tanto, nunca puede ser positivo.



-¿Y cómo podemos acabar con esta lacra?


-Sobre todo con la educación. Es sorprendente que nuestros jóvenes no tengan ni idea ni de cómo defender el aborto ni de cómo no defenderlo. Hace unos meses, di una charla a unos jóvenes toledanos que tenían entre 18 y 21 años. Me sirvió para comprobar que no tienen criterio, lo cual les convierte en mucho más manipulables. Los medios de comunicación, por otro lado, no favorecen tampoco que esta situación cambie. El error está en que se considera el aborto una conquista social. No es así sencillamente porque hace daño y no es salud.


-¿Aumenta el número de personas que ha pasado a la causa pro vida después de abortar o realizar esa práctica?


-Sí, porque el aborto crea problemas para todo el mundo. Después del niño no nacido, la primera víctima es la mujer y, luego, todas las personas de su entorno. Ahí está el ejemplo del doctor Nathanson, la primera persona que creó una clínica abortista en el mundo y luego cambió cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo. Dejó la clínica y se fue a estudiar fetología, para ver con sus propios ojos todo lo que había hecho.


Pero una de las razones por las que abandonó el negocio del aborto es que, sobre todo en las comidas o en las fiestas de empresas, las parejas de la gente que trabajaba con él le contaban las pesadillas y los problemas psicológicos que tenían sus subordinados. Es decir, que el drama afecta incluso al personal de los centros médicos donde se practican abortos. De hecho, a esos trabajadores, los cambian cada cierto tiempo porque es insoportable. Hay que contarlo todo, y lamentablemente no se hace.


-Seguro que usted ha pedido a mujeres embarazadas que no aborten...


-Sí. El primer domingo de febrero de este año, salí en el programa de TVE-2 Últimas preguntas, y allí expliqué mi testimonio. Después de aquella intervención, he sabido que, aunque tengo un hijo en el cielo, ya tengo al menos tres en el mundo. Tres chicas que tenían cita para abortar esa semana cambiaron de opinión tras escucharme. Esto es muy importante para mí. Es el mayor triunfo.


Tomado de http://www.forumlibertas.com/

Primera Parte.Una madre que abortó: Varias chicas han cambiado de idea al oír mi testimonio


>> Esperanza Puente, una de las protagonistas del libro ‘Yo aborté’, asegura que no tuvo libertad para decidir, y apuesta por “romper la ley del silencio”.


El libro "Yo aborté", una recopilación de testimonios de mujeres que se han sometido a esta práctica y también de otras personas implicadas, se presentó este jueves por la tarde en el Hotel Husa Avenida Palace de Barcelona. Intervinieron en el acto Sara Martín García, periodista y autora del trabajo, Carmina García-Valdés, presidenta de la Asociación de Víctimas del Aborto (AVA), Luis Vericat, coordinador de Proyectos de HazteOir.org, y Esperanza Puente, portavoz de las víctimas del aborto y uno de los testimonios recogidos.


Justo cuando el volumen acaba de ponerse a la venta, Esperanza Puente repasa para ForumLibertas.com algunas de las cuestiones que afectan a este drama orquestado por la cultura de la muerte. A sus 38 años, esta toledana entusiasta “sonríe a la vida”, como se dice en el libro, porque ha superado con ayudas y cariño humano el trauma del aborto al que se sometió hace más de diez años en Madrid.




-Esperanza, ¿qué explica el libro Yo aborté?


-El libro presenta, por primera vez en España, testimonios de mujeres que han abortado y para las cuales ese paso ha supuesto y supone un sufrimiento, como sucede de hecho con todas. Viene a demostrar que el síndrome post-aborto existe, tanto si se es consciente como si no, y que esto sucede en todas las mujeres más allá del credo, la raza o el estatus social en que se encuentra. En todas, el síndrome post-aborto es real. Puede manifestarse desde principio, justo tras abortar, hasta años después. También puede suceder que una mujer lo viva sin saber que el detonante de esa pesadilla o forma de vida es un aborto.


-Uno de los argumentos que utilizan los defensores del aborto es el de la “libertad de decidir”. ¿Puede demostrar usted, desde su testimonio, que los abortos que se practican hoy en España no responden a decisiones libres?


-Desde mi testimonio y como portavoz y colaboradora de las víctimas del aborto, puedo asegurar que no me sentí libre para decidir. A mí no me dieron ningún tipo de información y tampoco alternativas, que es lo mínimo que se pide desde la Asociación de Víctimas del Aborto (AVA). Ciertamente yo era mucho más joven que ahora, pero independientemente de las circunstancias que pueden rodearte, desde problemas psicológicos hasta económicos, no tuve las condiciones de libertad. En algunos casos, incluso, se sabe que hay mujeres que han sido obligadas a abortar. A la asociación, están llegando testimonios de chicas de 16, 18 y 20 años cuyos padres e incluso novios o parejas las llevan forzadas a abortar. También existen mujeres de más edad obligadas por los maridos a deshacerse del feto. Eso no es libertad, sobre todo porque todos son ejemplos sin información y sin alternativa.


-¿Existe demanda de esa información entre adolescentes y jóvenes que se quedan embarazadas?


-Sí. Y eso es un problema mayor. Las chicas entre 15 y 20 años, cuando se ven embarazadas por una relación esporádica o con su pareja pero sin desear la concepción de un hijo, van muchas veces a un centro de planificación familiar pidiendo información, pero no se les da nada y, sin ningún tipo de reflexión, se ven casi directamente en una clínica abortando.


-¿Esta falta de libertad puede ser denunciado? ¿Se ha emprendido alguna acción legal?


-Hay una ley del silencio desde que se aprobó la ley del aborto en España. No interesa hablar de esta normativa. Y desde la AVA, lo que se está intentando es romper esa ley del silencio y decir a gritos, a quien quiera escucharnos, que no se cumple la legalidad vigente, que es clara en lo que se refiere a lo que debe hacer una mujer o una chica cuando se encuentra en una situación de embarazo con los condicionantes despenalizadores que contempla el texto. En las clínicas abortistas, además, tampoco te dan ningún tipo de información. Hay un documento que se llama “consentimiento informado”, que es el que hay que firmar y en el cual, en principio, lo que viene son consecuencias físicas (no todas) pero no aparece ninguna consecuencia psicológica. Y eso es ilegal. Por otro lado, esos centros no dan ninguna información porque no les interesa. El aborto, en cualquier parte del mundo y en España también, es un negocio redondo.


-De hecho, la ley despenalizadora del aborto es restrictiva porque sólo afecta a casos de violación, malformación del feto y peligro para la salud física o psíquica de la madre. ¿Verdad que, si se aplicase con rigor, no se producirían los más de 70.000 abortos anuales que tenemos ahora?


-Evidentemente que no. Si tú explicas a una mujer, también las mayores de 29 años (cada vez son más las que abortan a partir de esa edad), lo que realmente es la intervención, muy probablemente se replantearía su decisión de abortar si es que ya la tiene tomada. Desde la industria abortista, siempre te cuentan que la intervención es sencilla, rápida y nada dolorosa. Enseguida te dicen que no te preocupes porque “el problema se acaba en cuanto pase la intervención”. No cabe mayor falsedad, porque precisamente el problema empieza cuando finaliza la intervención. En una operación de esta envergadura, no hay marcha atrás. Y eso la mujer lo siente precisamente cuando ya ha abortado.


-A partir de los casos que recoge el libro Yo aborté, ¿cuáles son los principales problemas psíquicos después del aborto?


-Por supuesto depresión, ansiedad, pesadillas, el recuerdo constante de la edad que podría tener tu hijo cuando ves a un niño, el autocastigo... Yo precisamente me autocastigaba, porque no quería ver bebés pero, cuando sabía que los tenía cerca, volvía la cabeza para verlos. Era una manera de decirme: “¡Mira lo que has hecho!”. Es algo inconsciente. De todas formas, cada caso es distinto en uno y otro sentido. Hay chicas que se han suicidado porque no han soportado el síndrome post-aborto.


-Cuéntenos lo que quiera de su testimonio personal. ¿Qué explica en el libro?


-En el libro, cuento la realidad que yo viví. No fui libre a la hora de tomar la decisión de abortar, porque tuve todavía mucha menos información que la que existe ahora. Nadie me dijo que existían ya entonces asociaciones pro vida que ayudaban a mujeres a tomar una decisión beneficiosa para ellas, como siguen haciéndolo ahora. En mi caso, no fue así. Me pasaron directamente el teléfono de la clínica y me dieron muy poco tiempo para decidir. Éste, por cierto, es otro de los grandes problemas. Mis circunstancias personales son muy concretas. Yo arrastraba un trauma anterior, ya que tuve un hijo a los 18 años. Ese embarazo y maternidad prematura me hizo vivir una pesadilla, un verdadero infierno por ser madre soltera en mi pueblo de la provincia de Toledo.


Luego, en el momento de volver a quedarme embarazada, reviví todo aquello y los trágicos hechos se precipitaron. No tuve ningún tipo de ayuda y no sabía dónde buscarla. Estaba sola en Madrid con un hijo pequeño, muy asustada y sin saber dónde acudir. En la clínica abortista a la que fui, el psicólogo que debía atenderme prácticamente no me atendió. La entrevista duró 10 minutos escasos, y lo único que me dijo es que todo saldría muy bien, sin dolores, y que todo se acabaría.




-Vaya, que se lo pusieron muy fácil...


-Sí. Pero aun así, me sorprendió porque yo, que no conocía el funcionamiento del centro médico y no sabía que iba a hablar con un psicólogo, esperaba que este profesional me diese algún tipo de explicación: que me preguntase si era soltera o casada, si tenía algún problema, si era una cuestión económica... Seguramente no me esperaba que me propusiese no abortar, pero sí que hubiera un mínimo de interés.


-¿Le dijeron algo de la ley?


-Por supuesto. Y ése es el problema que engloba todo lo demás. Todas nos acogemos a la ley bajo el paraguas de la salud psíquica de la madre. Aunque no lo explico en el libro, ahora puedo decir que he pasado por las dos circunstancias, siempre sola: la de tener un hijo y la de no tenerlo. A pesar de las adversidades de la vida, para mí ha sido mucho más satisfactorio tenerlo, criarlo, perder sueño y pasar fatiga que el no haberlo tenido. Esto último, desde luego, lo que seguro que no me ha producido es libertad y prosperidad. En cambio, me ha dado más pesadillas todavía.


-¿Y usted ha superado todo esto?


-Nunca se supera totalmente pero, gracias a la fe, me siento mucho mejor y miro adelante. Pedí ayuda psiquiátrica privada (la Seguridad Social no te la proporciona), y lo hice porque llegó un momento en que me di cuenta de que había un problema serio y yo no podía con mi vida. Luego, una vez inmersa en ese proceso de algo más de un año, me puse en manos de Dios, que fue y sigue siendo mi gran ayuda para dar la cara.


El gran problema de ahora es que, por mucha libertad y mucha modernidad que se dice que tenemos, vivimos instalados en la mentira. De estos temas no se habla. Una mujer que aborta no lo cuenta, y la mayor parte de los testimonios no quieren dar la cara porque sus familias y sus entornos no lo saben. Además, también existe mucho cinismo. Se habla alegremente del aborto como si fuera algo natural o normal, pero a la hora de la verdad, cuando aborta una amiga o te enteras de que la vecina ha pasado por ello, el juicio es radical. Y eso es precisamente lo que da más miedo al ser humano: ser juzgado.


Sigue en la segunda parte


Tomado de http://www.forumlibertas.com/

Segunda parte.Gianna Beretta Molla: Cuando el amor se convierte en una prueba heroica


Por Rafael Arce Gargollo


¿Qué hacer con los hijos no deseados?


Gianna Beretta se sometió el 6 de septiembre de 1961 a la operación para extraerle el tumor. Llena de confianza en Dios prosiguió su embarazo. Los siete meses siguientes estuvieron llenos de molestias y riesgos. El Sábado Santo, 21 de abril de 1962 dio a luz a su hija Giannina. Una semana después, el 28 de abril, edad murió a consecuencia de las complicaciones. Se convirtió, por llamarle de algún modo, en mártir del amor materno.


No era insensible ni fanática. Pedía a Dios por la salvación suya y de su hijo. Sufrió mucho ante este grave dilema. Amaba profundamente la vida de ambos, pero se hacía este razonamiento que sólo entiende una madre embarazada con varios hijos: el hijo que tengo en el vientre tiene los mismos derechos a vivir que mis demás hijos, o incluso más porque este sí que tiene una absoluta necesidad de su madre. Si yo me muero por continuar con mi embarazo no soy injusta con ellos ni con mi esposo. Es tan grave la obligación de dar a luz a este hijo como la de cuidar de mi familia.


Pero en el caso de morir por salvarlo, podré confiar por completo su educación a mis parientes o a otras personas. Lo pensó bien, pidió consejo y concluyó con lógica. Pero no con lógica matemática o comodona, sino “materna”. Dios no me pide nunca imposibles, pero eso no significa que yo no deba afrontar mis propios deberes, también cuando cuestan o en circunstancias difíciles o límites. Dios no puede contradecirse: El mismo que ha dicho "No matarás" es el que me manda respetar la vida que me ha confiado y está por nacer.


La misma lógica de madre hace ver que todo niño que es concebido ya es un don. Con frecuencia puede ser muy difícil de aceptar (dificultades de salud, económicas, etc.), pero siempre es un regalo inestimable. Un nuevo hijo nunca es un intruso, un agresor, sino un ser indefenso que espera ser acogido y ayudado. Ya es una persona humana (aunque sea pequeñita de tamaño) y, por tanto, tiene derecho a que sus padres no le priven del don de la vida —el primero y más fundamental de todos los derechos, y sin el cual no tiene sentido defender los demás—, aunque eso exija un sacrificio, y a veces grande o heroico.


Pero, —se oyen reclamos de este tipo—: ¿Por qué la Iglesia Católica es tan exigente y no nos comprende? ¿Qué no advierte que miles o millones de mujeres llevan en su seno nuevas vidas sin su consentimiento? Como si las mujeres que abortan lo hicieran por sanguinarias o malvadas. Entonces, ¿qué hacer con tantas mujeres que viven sumidas en la pobreza más absoluta, o que han sufrido una infame agresión o son víctimas del egoísmo de los varones, y por eso van a ser madres? ¿Tampoco en esos casos es lícito privar de la vida a esas criaturas? Es éste un problema muy doloroso y complejo, de gran repercusión social, pero al que no se le puede dar una y única solución: o el aborto o nada.


Lo que hay que hacer es ser de verdad solidarios con las mujeres (muestra de un auténtico feminismo, que será doblemente mayor si la que está por nacer.... es niña). Si la futura madre sufre ya tremendamente por todo lo que le está ocurriendo, y no podrá cuidar de la criatura, no por eso merece que se le dé muerte al niño. Lo que hay que hacer es salir en ayuda de esas pobres madres embarazadas y liberarlas de sus miedos, y de las amenazas de esa sociedad de verdugos.


Ayudarle a que dé a luz a su hijo y, si ella lo desea libremente, que lo entregue, por ejemplo en adopción o cuiden de él otras personas cercanas a su familia o promover más instituciones —las hay— que presten estas urgentes ayudas. ¡Cuántos matrimonios hay, que no han tenido descendencia, que se mueren de ganas por adoptar un hijo! Decía una vez, a gritos, la célebre Madre Teresa de Calcuta, en un discurso a miles de mujeres:—¡Si no quieren a sus hijos, no los maten. Dénmelos y yo los cuido!


Pasaron dieciséis años desde la muerte de Gianna, cuando el entonces Arzobispo de Milán y los 16 obispos de la conferencia de Obispos de Lombardía, pidieron la introducción del proceso de beatificación de esta mujer que fue declarada "ejemplo de gran actualidad en este mundo nuestro, donde el derecho a la vida se desconoce y se niega". Nos regala en vísperas del tercer milenio una lección muy actual de respetar el derecho a nacer.


El amor disipa todos los miedos


Gianna Beretta Molla es una señal del tiempo presente, una invitación a defender la vida, a respetarla y hasta entregarla según las palabras de Cristo: Nadie tiene amor más grande que el que da su vida por sus amigos (Juan 15, 13). En la ceremonia de su beatificación, Juan Pablo II decía que en esta gran mujer quería rendir homenaje a todas las madres valientes, que sufren al dar a luz a sus hijos y luego están dispuestas a soportar cualquier esfuerzo, afrontar cualquier sacrificio, para transmitirles lo mejor de sí mismas. La maternidad puede ser fuente de gozo, pero también puede llegar a ser manantial de sufrimientos y, a veces, de grandes desilusiones. En este caso, el amor se convierte en una prueba, a menudo heroica, que cuesta mucho al corazón de una madre. Hoy queremos venerar no sólo a esta mujer excepcional, sino también a las que no escatiman esfuerzo para educar a sus hijos.


Tomado de www.encuentra.com

Primer parte. Gianna Beretta Molla: Cuando el amor se convierte en una prueba heroica


Por Rafael Arce Gargollo


No pensó que llegaría a ser modelo de nada, pero el 24 de abril de 1994, Juan Pablo II la ha añadido al catálogo de las mujeres que han vivido heroicamente, precisamente dentro del Año de la Familia.


Aquel día fue uno de esos domingos soleados de la primavera romana. En la Plaza de San Pedro, el Papa ha pronunciado estas solemnes palabras ante una inmensa multitud y el mundo entero: Nos, después de haber escuchado el parecer de la Congregación de las Causas de los Santos, con nuestra autoridad apostólica concedemos que la venerable Sierva de Dios Gianna Beretta Molla, de ahora en adelante pueda ser llamada Beata y se pueda celebrar su fiesta todos los años en los lugares y del modo establecido por el Derecho.... En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. El coro de la capilla Sixtina y toda la asamblea subrayan estas palabras con un triple Amén cantado con gran solemnidad y comienza un larguísimo aplauso.


Entre tanto, en la fachada de la Basílica se descubre el tapiz con la figura de Gianna Beretta. Entre los miles de peregrinos y en un lugar privilegiado están Pietro Molla, su marido —director de una empresa industrial en Milán— y sus hijos, que aplauden más fuerte aún: Pierluigi, Maria Zita, Laura Enrica y la más pequeña, Giannina, que tiene mucho que ver en toda esta historia.


Es la primera vez en este siglo que un Papa eleva a los altares a una madre de familia que ha ido semanalmente al mercado, conducido su propio automóvil para llevar a los niños al colegio o al dentista; que ha firmado cheques para gastos familiares y que ha visto televisión, además de trabajar fuera de casa, con los apuros normales de una familia de clase media. Es una mujer metida de lleno en los mil avatares e incidencias de cualquier familia: hacer treinta y seis cosas por la mañana y veintinueve por la tarde, incluido que los niños hagan la tarea, se bañen, cenen y se acuesten.


Aunque adora a sus hijos, de vez en cuando les pega un grito..., porque, a veces, son inaguantables y le colman la paciencia. Más tarde, ha de esperar a su esposo y comentar, en la sobremesa de la cena, los sucesos del día y otras preocupaciones. A veces está agotada, le duele la cabeza, pero es feliz. Años más tarde, Gianna logrará la conversión de Pietro. Está más enamorada de él que cuando eran novios. En aquella casa cada día pasa más o menos lo mismo, pero con amor distinto. Sin saberlo siquiera, Gianna va que vuela a la santidad, a esa meta que está más al alcance de lo que solemos imaginar. Es que la santidad es para todos, también para cualquier ama de casa.


Gianna Beretta Molla (1922-1962) se supo siempre llamada por Dios a la vocación de madre de familia. Su esposo recuerda que al poco tiempo de hacerse novios, ella le escribía en una carta: querría hacerte feliz y ser la que tú deseas: buena, comprensiva y preparada para los sacrificios que la vida nos pida. Quiero formar una familia verdaderamente cristiana. Pasados los años, Pietro declarará: "Durante los seis años y medio de matrimonio, lo que más me impresionó fue que era muy trabajadora, y el sagrado respeto que tenía por la vida, don maravilloso de Dios, su confianza plena en Dios. Me impresionaba su gran alegría cuando nacían los hijos."


Pero no todo fue rutina o estar encerradita en casa. Esta madre de familia también vive en las entrañas del mundo que le rodea. Antes de casarse en 1955, hace estudios de Medicina en Milán y Pavía, y se especializa en Pediatría. Es fuerte y equilibrada. Por si fuera poco, saca tiempo para otras ocupaciones y aficiones: le gusta la montaña y es esquiadora experimentada. Tiene muchos intereses culturales, ama sobre todo la música, toca el piano, de vez en cuando pinta algunos cuadros y asiste al teatro.


Y como es muy organizada, otros ratos de la semana se le van en conferencias para jóvenes y obras sociales en favor de ancianos. Tiene vida espiritual intensa, pero sin rarezas, donde hay trato con Dios, normas diarias de piedad, sencillas y discretas, que se entrelazan en el propio quehacer. Quiero temer al pecado mortal —dirá alguna vez— como si fuese una serpiente; mil veces morir antes que ofender al Señor. Algo hay en ella que se nota a leguas: una personalidad sencilla y atractiva, un rostro siempre sonriente y una extraordinaria naturalidad.


Un cementerio para 50 millones de niños


Al tercer mes del cuarto embarazo, un fibroma en el útero amenaza la vida de su hijo. Como médico, Gianna sabe muy bien de qué se trata: deberá internarse en el hospital y someterse a una seria operación quirúrgica para extraerle el tumor. Como solución rápida y segura del problema los médicos aconsejan el aborto, pero Gianna insiste: —No lo permitiré jamás. No se preocupe por mí, basta que vaya bien el niño... Es valiente. Es que a veces no hay más remedio que ir contracorriente, cuando la mentalidad comodona y materialista de la sociedad en que vivimos, se vuelve “experta” en soluciones fáciles (o egoístas) para resolver los problemas de la vida matrimonial. Sin dudarlo, hoy en día, muchas voces (marido, hermanos, parientes, amigas) también hubieran persuadido a Gianna con amenazas o ironías:


—No te hagas la mártir....


—No está el tiempo para heroísmos cuando ya la vida tiene sus propias penas...


—Mira: te lo digo como amiga y con la experiencia y gran cariño que te tengo desde hace tantos años... En estos casos lo mejor y más práctico es abortar o esterilizarse cuando vengan las primeras complicaciones de la maternidad...


Pero Gianna sabe bien que, si peligra la vida de la madre, no es lícito moralmente practicar el aborto, como si se tratara de elegir: o la vida de ella o la del niño. En esos casos no hay que intentar directamente la muerte de nadie sino poner todos los medios para salvar a los dos, aunque luego por circunstancias ajenas a la voluntad muera uno o ambos. ¿Por qué? Porque cada vida humana, individual, cada ser humano desde el seno de su madre tiene el derecho inalienable de existir: nadie puede decidir por otro, que está por nacer, si ha de vivir o no.... Por lo menos habría que preguntarle antes al niño, por el aparato de ultrasonido si esto fuera posible, si está de acuerdo en desaparecer de este mundo....


Quien negare la defensa de la persona humana más inocente y débil, a la persona humana ya concebida aunque todavía no nacida cometería una gravísima violación al orden moral. Nunca se puede legitimar la muerte de un inocente. Se minaría el mismo fundamento de la sociedad. ¿Qué sentido tendría hablar de la dignidad del hombre, de sus derechos fundamentales, si no se protege a un inocente, o se llega incluso a facilitar los medios o servicios, privados o públicos, para destruir vidas humanas indefensas [1].


No es exagerada esta denuncia si se miran los números escalofriantes de abortos que se cometen cada año: se calcula que un total de 50 millones en el mundo entero. Se ha dicho muchas veces, con razón, que vivimos en una civilización de la muerte, de verdugos, porque los seres humanos damos continuamente muerte a nuestros propios hijos. Este siglo XX ha estado marcado mas que ningún otro por el signo de la muerte de vidas humanas: nunca hubo tantos millones caídos en las guerras, o las víctimas del terrorismo, de la violencia en todas sus formas.
[1] Juan Pablo II, Discurso a las Familias, Madrid, 2 de noviembre de 1982.[2] Juan Pablo II, Discurso en Radom, Polonia, 4 de junio de 1991.


Pero sobre todo del gran exterminio de los que no nacen por el aborto y la mentalidad anti-vida que promueve la eutanasia, por la que se quita la existencia a enfermos incurables declarados "inútiles" a la sociedad.


A este cementerio de víctimas de la crueldad humana de nuestro siglo, se agrega otro gran cementerio: el de los no nacidos. Cementerio de los indefensos, cuyos rostros ni siquiera sus propias madres conocieron, aceptando o cediendo a presiones para que se les quitara la vida antes de nacer. Pese a ello, ya tenían la vida, ya estaban concebidos y se desarrollaban bajo el corazón de sus madres, sin presentir el peligro mortal. Y, cuando esta amenaza fue un hecho, estos seres humanos indefensos intentaron defenderse.


La cámara de cine ha filmado esta defensa desesperada de un niño no nacido que siente la agresión en el seno de la madre. (Una vez vi un documental de este tipo; hasta el día de hoy no puedo liberarme de su recuerdo; no puedo liberarme). Es difícil imaginar ese drama horrendo en su elocuencia moral y humana [2]



Zhang Chunhong: Salva de una muerte atroz a su hija recién nacida


ROMA, 2 Oct. 01 (ACI).- Ji Huansheng tiene un nombre extraño para los chinos. Su nombre significa "vuelta a la vida por los periodistas" y lo recibió porque la prensa permitió que se salvara de una muerte segura. La bebé -hoy de cinco meses- sobrevivió a un aborto y a ser abandonado en medio del gélido invierno por funcionarios sanitarios obsesionados con reducir la población china.


La política del hijo único en China impide a los pobladores tener más de un bebé. Sin embargo, en las comunidades rurales más pobres como Wang Ha donde el control puede tener vacíos, algunas familias tienen más hijos. Ese es el caso de Zhang Chunhong, una mujer de 31 años que tiene tres hijos varones y cuando salió embarazada por cuarta vez, fue obligada a abortar a su hija.


El 23 de abril, Zhang Chunhong fue sometida a un aborto obligado en Harbin. La policía "del útero" descubrió que bajo su traje de campesina llevaba un vientre de gestante con 36 semanas de embarazo.


Recibió una solución salina en el vientre para quemar a su bebé y expulsar un feto muerte. Pero su hija estaba lista para nacer y adelantó su llegada. La mujer escuchó el llanto de su hija, el veneno había fallado y pidió que le entregaran a su bebé, pero no quisieron siquiera mostrársela.


Su esposo, Zhai Zhicheng, llegó a mirar a la niña y la vio saludable, pero cuando la reclamó las enfermeras arguyeron que no podían entregarla.


"Una enfermera me dijo que la bebé ya tenía la droga y que si no estaba muerta, sería retardada. Al día siguiente volví a pedirla, pero me dijeron que había fallecido", recuerda Zhai. "Sentí un dolor inmenso en mi corazón, ella era nuestra carne y sangre", dijo y agregó que nunca le quisieron entregar el cuerpo.


Sin embargo, la bebé no estaba muerta sino que luchaba por vivir en la maternidad de Daoli. La doctora Yuan Yinghua, directora de la maternidad, ordenó a la enfermera Wang Weimin privara a la bebé de alimento alguno y dejarla semidesnuda en el balcón de la sala de aborto para que muriese de frío.


En medio de la nieve que caía sobre la localidad de Harbin -donde ocurría todo esto-, la enfermera Wang no pudo soportar ver a la bebé congelarse y la llevó dentro del recinto antes que muriese.


Cuando Yinghua vio a la bebé de vuelta y alimentada, amenazó con despedir a todos los que ayudaron para alimentarla. Sin embargo, las enfermeras y médicos siguieron arriesgando sus carreras pidiendo leche a las madres que daban a luz. "Sólo lo hacíamos cuando la directora se marchaba a casa o sabíamos que estaba ocupada", señaló una de las enfermeras.


La pequeña Ji se aferraba a la vida y todos se sorprendían por su fortaleza a pesar de ser tan diminuta. Todos los días a su llegada, lo primero que preguntaban los médicos era si seguía vida.


El escándalo que finalmente salvó a Ji comenzó el 9 de mayo, cuando un periodista de la televisión local recibió las declaraciones de los médicos. "Decidí contarle al periodista porque quería darle al bebé la posibilidad de vivir. No sabía cuánto tiempo la bebé iba a soportarlo".


Cuando el periodista llegó a la sala donde estaba la bebé, ésta había desaparecido misteriosamente. Luego de buscarla cuidadosamente, la encontraron en una caja de esterilización y ahí fue filmada. Las imágenes eran tan aterradoras que la estación de TV bloqueó su transmisión pero cinco periódicos siguieron la historia.


Si bien los medios de comunicación en China siguen sometidos al gobierno, hay una tendencia a atender los temas sociales y de interés humano.


El 10 de mayo, la condición de Ji empezó a mejorar, recibió vestidos y alimentos, pero al día siguiente desapareció de nuevo. La última vez que la vieron, estaba en la oficina de Yuan y fue sacada por funcionarios del Partido Comunista.


De los 2.5 kilos que pesó al momento de su nacimiento, llegó a pesar sólo un kilo. Su piel estaba transparente, su ombligo dañado, pero regresó a casa con sus hermanos de 11, 9 y 4 años. Contra la tradición china, Ji no recibió el nombre de alguno de sus padres. "Sin los periodistas, habría muerto", señaló su padre.


Los problemas, sin embargo, no han acabado para su familia. Por ser una niña que excede la cifra de hijos establecida por el gobierno, sus padres deben pagar una multa de 60,000 renminbi. Si no lo hacen, tampoco podrán registrar a la bebé en la burocracia china y será una persona a la que el estado le niegue la educación y los servicios de bienestar.


Con la ayuda de los periodistas, los familiares están dispuestos a demandar al hospital pero lograr una victoria en un eventual juicio demandará otro milagro. Por ahora, los funcionarios sanitarios de la localidad huyen de la prensa y han prohibido tratar el tema Ji.


En la aldea Wang Ha, Zhang Chunhong mira a su hija y se seca las lágrimas. "No entiendo porqué la hicieron sufrir tanto. No creo que otro bebé hay sufrido lo que padecía mi hijita", señaló.






sábado, 21 de abril de 2007

Beverly McMillan: Del negocio del aborto a la defensa de la vida


La historia de Beverly McMillan es la historia del regreso a la fe desde una visión de la vida y la ciencia absolutamente agnósticas. Nació en el seno de una familia católica tradicional pero, cuando comenzó a estudiar Medicina, abandonó la Iglesia: «Pensaba que Dios era irrelevante para la Ciencia». Durante años, a Beverly le iba «muy bien» sin la fe.


Cuando se licenció, acudió a la Clínica Mayo para especializarse en Obstetricia y Ginecología: «No sólo me sentía útil», reconoce McMillan, «sino que me consideraba una persona buena. Así que, ¿quién necesitaba a Dios o a esa arcaica Iglesia?». Como médico residente, le enviaron seis semanas al ala de Obstetricia del Hospital de Cook County en Chicago. Sorprendida, Beverly se encontraba cada noche con más de veinte mujeres que acudían allí: eran «clientes» de los centros de abortos clandestinos de Chicago. «Llegaban sangrando, con fiebre alta y presentaban úteros ensanchados», recuerda.


McMillan y el médico interno tenían que llevar a cabo otra operación de dilatación y curetaje para poder extraer los restos infectados del feto que la clínica ilegal había dejado en el interior del útero. Después de cientos de casos similares, la ginecóloga, desde su agnosticismo ferviente, concluyó que la legalización del aborto era la solución: «Yo quería que la profesión médica empezara a ofrecer procedimientos seguros a las mujeres que los necesitaran». Así que, cuando en 1973 el Tribunal Supremo legalizó el aborto en EE UU, McMillan se hizo con una máquina de succión y se ofreció a practicar supresiones del embarazo en el primer trimestre. Dos años después, casada y con tres hijos, puso en marcha una clínica abortista en Jackson, la primera además en todo el estado de Mississippi.


Su vida privada iba bien, y el trabajo en la clínica era abundante. Pero, a pesar de sus éxitos, Beverly se vio sorprendida cuando se planteó el suicidio: «No sabía qué era lo que no funcionaba en mi vida. Tenía un buen coche, una gran casa, tres hijos saludables, toda la ropa que podía desear. Había conseguido todo lo que quería», explica Beverly. Pero una parte de sí misma le decía que algo no iba bien. «Basura» religiosa. Acudió a una librería «secular», donde compró un libro titulado «El poder del pensamiento positivo». Al final del primer capítulo, el autor presentaba un decálogo de diez puntos para conseguir una actitud positiva. El séptimo punto revolvió sus esquemas: «Yo lo puedo todo en Cristo porque Él me conforta». Fue entonces cuando Beverly cerró el libro: «No me gustaba esa “basura” religiosa», reconoce.


Pero días después, de camino al trabajo, se sorprendió recitándo el séptimo punto. Y de repente, Beverly comprendió que no estaba sola. Repitió aquella frase cientos de veces aquel día. Y por fin, todo comenzó a cambiar. Su trabajo en la clínica, tiempo antes sencillo y gratificante, comenzó a ser difícil y doloroso: «No entendía por qué. ¡No había leído nada en la Biblia referente a no practicar abortos! Lo que pasaba es que el Espíritu Santo estaba comenzando a trabajar en mí», reconoce Sally. Se le hacía cada vez más duro tener que reconocer en los restos de abortos las extremidades, el cráneo o la columna vertebral. «Me decía a mí misma: “¿Qué estás haciendo? ¡Esto es un cuerpo humano!”».


Beverly empezó a asistir a misa y, en 1978, se bautizó y abandonó la clínica abortista. En 1989, la ginecóloga fue invitada al II Encuentro de Ex Abortistas celebrado en el hotel Marriot O"Hare de Chicago, donde relató este testimonio. A partir de ese momento, su conocimiento médico sobre fetología comenzó a ser esclarecido con las Escrituras: «Fue entonces cuando comencé a compartir mi historia, mi paso del negocio del aborto a la defensa de la vida».


Tomado de La Razón 12/01/06

Bernard Nathanson: El rey del aborto


Para valorar adecuadamente la biografía, y su hito principal, la conversión, del que fue llamado "el rey del aborto", Bernard Nathanson, es necesario conocer algo de su ambiente familiar.


Su padre, el doctor Joey Nathanson, de religión judía, fue un prestigioso médico especializado en ginecología a quien el ambiente escéptico y liberal de la Universidad hizo abdicar de su fe. Su matrimonio con Harriet Dover -la madre de Bernard-, también judía, resultó un fracaso. Antes de su boda, Joey había querido romper el compromiso pero su novia lo amenazó con suicidarse, provocando así el escándalo que sin duda, echaría por tierra la brillante carrera profesional de Joey. Se casaron. Al menos la dote de Harriet resultaba un estímulo para ceder. Pero Joey sólo consiguió que los Dover, con la intervención de un juez, entregasen la mitad de lo prometido. El ambiente del hogar era imposible, "había demasiada malicia, conflictos y revanchismo y odio en la casa donde yo crecí", dirá Bernard.


Profesional y personalmente Bernard Nathanson siguió durante buena parte de su vida los pasos de su padre. Estudió medicina en la Universidad de McGill (Montreal), y en 1945 se enamoró de Ruth, una joven y guapa judía. Vivieron juntos los fines de semana, y hablaban de matrimonio... cuando Ruth quedó embarazada. Bernard escribió a su padre para consultar con él la posibilidad de contraer matrimonio. La respuesta fueron cinco billetes de 100 dólares junto con la recomendación de que eligiese entre abortar o ir a los Estados Unidos para casarse. Así que Bernard puso su carrera por delante y convenció a Ruth de que abortase.


"Lloramos los dos por el niño que íbamos a perder y por nuestro amor que sabíamos iba a quedar irreparablemente dañado con lo que íbamos a hacer". No la acompañó a la intervención. Ruth volvió sola a casa, en un taxi, con una fuerte hemorragia y estuvo a punto de morir. Le había practicado el aborto un incompetente. Se recuperó, milagrosamente, pero no tardaron en romper. "Este fue el primero de mis 75.000 encuentros con el aborto, me sirvió de excursión iniciadora al satánico mundo del aborto", confiesa el Dr. Nathanson.


Tras graduarse, Bernard inició su residencia en un hospital judío. Después pasó al Hospital de Mujeres de Nueva York donde sufrió personalmente la violencia del antisemitismo, y entró en contacto con el mundo del aborto clandestino. Por entonces ya había contraído matrimonio con una joven judía, tan superficial como él, según confesaría. Su unión no duró más que cuatro años y medio y acabó con un divorcio en México. Fue entonces cuando conoció a Larry Lader. A aquel médico sólo le obsesionaba una idea: ¡conseguir que la ley permitiese el aborto libre y barato! Para eso fundó la Liga de Acción Nacional por el Derecho al Aborto, en 1969, una asociación que intentaba culpabilizar a la Iglesia de cada muerte que se producía en los abortos clandestinos.


Pero fue en 1971 cuando Nathanson se involucró más directamente en la práctica de abortos. Las primeras clínicas abortistas de Nueva York comenzaban a explotar el negocio de la muerte programada, y en muchos casos su personal carecía de licencia del Estado o de garantías mínimas de seguridad. Tal fue el caso de la dirigida por el Dr. Harvey. Las autoridades estaban a punto de cerrar esta clínica cuando alguien sugirió que Nathanson podría ocuparse de su dirección y funcionamiento. Se daba la paradoja increíble de que, mientras estuvo al frente de aquella clínica, en aquel lugar existía también un servicio de ginecología y obstetricia: es decir, se atendían partos normales al mismo tiempo que se practicaban abortos. Por otra parte, Nathanson desarrollaba una intensa actividad, dictando conferencias, celebrando encuentros con políticos y gobernantes de todo el país, presionándoles para lograr que fuese ampliada la ley del aborto.


"Yo estaba muy ocupado. Apenas veía a mi familia. Tenía un hijo de pocos años y una mujer, pero casi nunca estaba en casa. Lamento amargamente esos años, aunque sólo sea porque he fracasado en ver a mi hijo crecer. También era un paria en la profesión médica. Se me conocía como el rey del aborto". Nathanson realizó en este periodo más de 60.000 abortos. A finales de 1972, agotado, dimitió de su cargo en la clínica. "He abortado -dirá- a los hijos no nacidos de amigos, colegas, conocidos e incluso profesores".


Llegó incluso a abortar a su propio hijo. "A mitad de los sesenta dejé encinta a una mujer que me quería mucho". (...) Ella quería seguir adelante con el embarazo pero él se negó. "Puesto que yo era uno de los expertos en el tema, yo mismo realizaría el aborto, le expliqué. Y así lo hice".


Pero, a partir de ahí, las cosas empezaron a cambiar. Dejó la clínica abortista y pasó a ser jefe de obstetricia del Hospital de St. Luke's. La nueva tecnología, el ultrasonido, hacía su aparición en el ámbito médico. El día en que Nathanson pudo observar el corazón del feto en los monitores electrónicos, comenzó a plantearse por vez primera "que es lo que estábamos haciendo verdaderamente en la clínica".


Decidió reconocer su error. En la revista médica The New England Journal of Medicine, escribió un artículo sobre su experiencia con los ultrasonidos, reconociendo que en el feto existía vida humana. Incluía declaraciones como la siguiente: "el aborto debe verse como la interrupción de un proceso que de otro modo habría producido un ciudadano del mundo. Negar esta realidad es el más craso tipo de evasión moral". Aquel artículo provocó una fuerte reacción. Nathanson y su familia recibieron incluso amenazas de muerte. Pero la evidencia de que no podía continuar practicando abortos se impuso. "Había llegado a la conclusión de que no había nunca razón alguna para abortar: el aborto es un crimen".


Poco tiempo después, un nuevo experimento con los ultrasonidos sirvió de material para un documental que llenó de admiración y horror al mundo. Se titula "El grito silencioso". Sucedió en 1984: "Le dije a un amigo que practicaba quince, o quizás veinte, abortos al día: Oye, Jay, hazme un favor. El próximo sábado coloca un aparato de ultrasonidos sobre la madre y grábame la intervención. Lo hizo y, cuando vio las cintas conmigo, quedó tan afectado que ya nunca más volvió a realizar un aborto. Las cintas eran asombrosas, aunque no de muy buena calidad. Seleccioné la mejor y empecé a proyectarla en mis encuentros provida por todo el país".


Quedaba aún el camino de vuelta a Dios. Una primera ayuda le vino de su admirado profesor universitario, el psiquiatra Karl Stern -señala Nathanson-. "Transmitía una serenidad y una seguridad indefinibles. Entonces yo no sabía que en 1943, tras largos años de meditación, lectura y estudio, se había convertido al catolicismo. Stern poseía un secreto que yo había buscado durante toda mi vida: El secreto de la paz de Cristo".


El movimiento provida le había proporcionado el primer testimonio vivo de la fe y el amor de Dios. En 1989 asistió a una acción de Operación Rescate en los alrededores de una clínica. El ambiente de los que allí se manifestaban pacíficamente en favor de la vida de los aún no nacidos le había conmovido: estaban serenos, contentos, cantaban, rezaban... Los mismos medios de comunicación que cubrían el suceso y los policías que vigilaban, estaban asombrados de la actitud de esas personas. Nathanson quedó afectado "y, por primera vez en toda mi vida de adulto -dice-, empecé a considerar seriamente la noción de Dios, un Dios que había permitido que anduviera por todos los proverbiales circuitos del infierno, para enseñarme el camino de la redención y la misericordia a través de su gracia".


"Durante diez años, pasé por un periodo de transición". Sintió que el peso de sus abortos se hacia más gravoso y persistente: "Me despertaba cada día a las cuatro o cinco de la mañana, mirando a la oscuridad y esperando (pero sin rezar todavía) que se encendiera un mensaje declarándome inocente frente a un jurado invisible". Acaba leyendo Las Confesiones -que califica de "alimento de primera necesidad"-, era su libro más leído, porque "San Agustín hablaba del modo más completo de mi tormento existencial; pero yo no tenía una Santa Mónica que me enseñara el camino y estaba acosado por una negra desesperación que no remitía".


En esa situación no faltó la tentación del suicidio, pero, por fortuna, decidió buscar una solución distinta. Los remedios intentados fallaban. "Cuando escribo esto, ya he pasado por todo: alcohol, tranquilizantes, libros de autoestima, consejeros. Incluso me he permitido cuatro años de psicoanálisis".


El espíritu que animaba aquella manifestación provida enderezó su búsqueda. Empezó a conversar periódicamente con un sacerdote católico, Father John McCloskey. No le resultaba fácil creer, pero lo contrario, permanecer en el agnosticismo, llevaba al abismo. Progresivamente se descubría a sí mismo acompañado de Alguien a quien importaban cada uno de los segundos de su existencia: "Ya no estoy solo. Mi destino ha sido dar vueltas por el mundo a la búsqueda de ese Uno sin el cual estoy condenado, pero al que ahora me agarro desesperadamente, intentando no soltarme del borde de su manto".


Por fin, el 9 de diciembre de 1996, a las 7.30 de un lunes, solemnidad de la Inmaculada Concepción, en la cripta de la Catedral de S. Patricio de Nueva York, el Dr. Nathanson se convertía en hijo de Dios. Entraba a formar parte del Cuerpo Místico de Cristo, su Iglesia. El Cardenal John O'Connor le administró los sacramentos del Bautismo, Confirmación y Eucaristía.


Un testigo expresa así ese momento: "Esta semana experimenté con una evidencia poderosa y fresca que el Salvador que nació hace 2.000 años en un establo continúa transformando el mundo. El pasado lunes fui invitado a un Bautismo. (...) Observé como Nathanson caminaba hacia el altar. ¡Qué momento! Al igual que en el primer siglo... un judío converso caminando en las catacumbas para encontrar a Cristo. Y su madrina era Joan Andrews. Las ironías abundan. Joan es una de las más sobresalientes y conocidas defensoras del movimiento provida... La escena me quemaba por dentro, porque justo encima del Cardenal O'Connor había una Cruz... Miré hacia la Cruz y me di cuenta de nuevo que lo que el Evangelio enseña es la verdad: la victoria está en Cristo".


Las palabras de Bernard Nathanson al final de la ceremonia, fueron escuetas y directas. "No puedo decir lo agradecido que estoy ni la deuda tan impagable que tengo con todos aquellos que han rezado por mí durante todos los años en los que me proclamaba públicamente ateo. Han rezado tozuda y amorosamente por mí. Estoy totalmente convencido de que sus oraciones han sido escuchadas. Lograron lágrimas para mis ojos".


Tomado de http://www.capellania.org/docs/jcremadesLas citas son de La mano de Dios, de Bernard Nathanson.