lunes, 23 de abril de 2007

Una carta al hermano que no nació


Esta carta, basada en una experiencia de la vida real, fue escrita por una dirigente del movimiento pro vida, quien por razones obvias desea permanecer en el anonimato.


Mi querido hermano: Hoy, mientras me miraba alegremente en los ojos de mi pequeño hijito, me pregunté cómo es posible que alguien pueda hacerle daño a una inocente criatura como ésta que no puede defenderse, y lloré por todos aquellos bebitos que fueron abortados, y no tuvieron la suerte que tuvo mi hijo de poder nacer y ser acunado en los brazos de una madre que lo esperó con amor e ilusión.


Aunque no tuve la inmensa dicha de conocerte en esta tierra, te quiero mucho mi hermano, pues a través de los ojos del alma te he vislumbrado. Sé que de haber podido nacer, tendrías el pelo negro de nuestro padre y los ojos vivos y alegres de nuestra madre; quizás hasta te parecerías en algo a mí. En esta carta, la cual con el favor de Dios espero que los ángeles te hagan llegar, quiero pedirte que perdones a nuestra madre por no haberte permitido nacer.


Verás; ella no sabía lo que hacía cuando fue a aquella mal llamada "clínica", donde un médico sin escrúpulos; que sí sabía que abortar es matar; destrozó con la cureta tu pequeño cuerpecito que apenas comenzaba a formarse, y con él destruyó también el plan de Dios para ti. Nuestra madre, pobrecita, no supo lo que había hecho hasta pasados muchos años. Un triste día ambas contemplamos horrorizadas la realidad del aborto homicida reflejada en unas fotos, verdaderas pruebas de que el aborto es un crimen.


¡Qué dolor tan grande sentimos, querido hermano, al ver aquellas fotos por vez primera y comprobar cómo debió de haber quedado tu pequeño cuerpecito después del aborto que te privó de la vida; y el cual, aunque han pasado ya años, nuestra querida madre no ha podido olvidar! Hermanito, ella todavía sueña contigo, acerca de cómo serías, y yo a veces, cuando nos reunimos los demás hermanos en la mesa familiar con nuestros padres, siento en mi corazón tu ausencia que hace que el grupo esté incompleto y me pregunto cómo sería tenerte aquí con nosotros.


Allá en el cielo, donde sé que gracias a la misericordia de Dios te encuentras, ruego a Él que te lleguen mis pensamientos, y te pido perdón en nombre de nuestra madre, a quien el inmenso dolor del arrepentimiento y la carga que ha llevado en su conciencia por tu muerte; no la han dejado expresar en palabras lo que de veras siente. Ruega a Dios por ella, pues aunque sabe que Él la ha perdonado porque no sabía lo que hacía, todavía te recuerda y piensa en lo mucho que te hubiera querido, si tú hubieras nacido. Pídele a Él por otras mujeres, para que no caigan en el mismo error que cayó mamá, por falta de conocimientos.


Yo por mi parte te prometo, que aunque no pude salvarte a ti del aborto, otros niños sí se salvarán por mis esfuerzos, pues trabajaré para llevarles a sus mamás el mensaje que la nuestra no recibió. Te quiere y te recuerda siempre tu hermana que espera, con el favor de Dios, encontrarse contigo algún día en la eternidad...


FUENTE: Anónimo, "Carta al hermano que no conozco," Escoge la Vida (enero/febrero de 1991), suplemento "Caminos de Esperanza". Escoge la Vida es el boletín de Vida Humana Internacional.

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